Si a eso le sumamos que los padres, los abuelos o los tíos les ofrecen dulces a los niños cada vez que salen a la calle, los visitan, o como premio por comer la comida, tendremos unos niños saturados de azúcar, camino a volverse diabéticos y obesos.
¿Sabíais, además, que comer golosinas en exceso predispone a que los menores estén mal alimentados?
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